El coronavirus ya está en México. No nos ha salvado de ello ni la tortilla ni los chiles pues los mexicanos no somos inmunes al contagio de una de las pandemias que se ha extendido a una velocidad récord, inédita. Y aunque todavía quedan incautos que señalan que solo hay un 2% de letalidad, esta cifra –aunque incorrecta- resulta igualmente alarmante si sabemos, como lo sabemos, que el virus está en todo el mundo, donde habitan más de 7 mil millones de almas. El 2% de esta cifra total arroja una cantidad realmente preocupante.
¿Qué hacer como sociedad ante este escenario?, aun a sabiendas que la solución tendrá que ser global, como casi todo ya en este mundo.
En mi opinión, la crisis representa una oportunidad en dos sentidos: una oportunidad para tomar consciencia de nuestros propios actos y pensamientos, y también para organizarnos como sociedad ante el eventual, pero casi seguro, colapso del sistema de salud que ante una pandemia de estas magnitudes tendrá que hacer malabares para atender y proveer de ayuda especializada a las personas que se infecten e incluso aquellas que no, pero que tienen miedo de infectarse y están en todo su derecho de exigir atención médica.
Según la información disponible hasta el momento, el colapso de los sistemas de salud le ha pasado a países que han sido tibios en tomar medidas de contención para evitar en lo posible la propagación del contagio. Estos países han tenido que enfrentarse más bien a tareas de mitigación, pues no hicieron a tiempo –dada la velocidad de propagación del contagio- las de contención. Y justo la mitigación involucra, de alguna manera, al sistema de salud.
El coronavirus es un virus más con el que tendremos que vivir de ahora en adelante y hasta que tengamos una vacuna a mano estaremos siempre en riesgo de contraerlo. Sus síntomas son muy parecidos a los de la influenza o a los de un simple catarro estacional. No es más que eso. Sin embargo, sabemos también, que el coronavirus deprime el sistema inmunológico, de manera que aquellas personas que lo tengan deprimido previamente (ya sea por enfermedad crónica o circunstancial), tienen un mayor riesgo de tener síntomas más severos que deben ser tratados con un tratamiento más agresivo y es probable incluso que haya personas que por su propia condición precaria de salud necesite hospitalización.
Por lo anterior es que se considera al distanciamiento y aislamiento social como una de las medidas idóneas en esta crisis pues entre menos personas interactúen la probabilidad del contagio es menor. Pero esto también reduce la probabilidad de que aquellas personas inmunodeprimidas sean infectadas, y es justo ello lo que debemos procurar como sociedad.
Old sick lady lying in hospital bed
Para la mayoría de las personas contagiadas la infección no pasará de malestares que por muy terribles que sean no comprometen su vida. Pero para un porciento menor de la población, aquella que no tiene en óptimas condiciones su sistema inmunológico (que son las personas que tienen padecimientos crónicos e incluso aquellas que están inmudeprimidas porque recientemente tuvieron alguna infección o algo por el estilo), estas personas, pero sobre todo las que tienen enfermedades crónicas, están expuestas a un riesgo mayor pues el virus puede agravar seriamente su salud, y en algunos casos extremos incluso provocar su muerte.
✍ Psicoterapeuta Claudia Garibay
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