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Como hemos podido ver en los dos blogs anteriores, hemos descrito de manera muy breve las características del amor adictivo, sus modalidades y los factores que intervienen; de la misma manera hemos intentado apuntar a la complejidad de este fenómeno a partir de su condición multicausal. Resulta evidente que el amor adictivo se describe como una relación de pareja enferma. Si tomamos en cuenta que Fromm (1956) definió la no adicción como la independencia emocional de los miembros de la pareja, dando por resultado una relación de pareja sana soportada en el crecimiento individual constante y el respeto a los intereses propios, es claro que lo contrario (la dependencia o co-dependencia emocional) define a la relación de pareja como enferma.
Esto coincide con la idea de adicción de la que hemos partido y nos parece un enfoque además muy claro para definir el peso de la adicción en la relación de pareja. Es por ello que en este blog hemos intentado deliberadamente evitar el uso de expresiones como “buena relación de pareja” o “mala relación de pareja” para nombrar lo que los estudiosos del tema definen como relaciones de pareja sanas o enfermas. En lo particular, aunque entendemos la utilidad de esta dicotomía para el estudio de las relaciones de pareja, encontramos mayor comodidad en estas últimas más que en las primeras. De esa manera, las relaciones de pareja sanas, en contraposición con las relaciones enfermas, hablan más a la promoción del afecto sin opresión, la independencia con compromiso, la libertad con responsabilidad y la percepción del crecimiento, evolución y enriquecimiento personal debido a la presencia del otro, como factores que promueven el respeto, la comunicación sincera, basada en la sensibilidad, los valores y los intereses compartidos en la pareja.
Dado lo anterior concluimos que en la medida en que uno o ambos miembros de la pareja perciba una sensación de limitación o carencias en su persona, se sienta incompleto/a, vacío/a o triste, estaremos ante la presencia de un problema de amor adictivo. Pero pese a ello, insistimos, toda relación que presente este problema de adicción no se explica necesariamente como una relación insana. Para poder hablar de una relación insana es imprescindible que alguien en la relación salga dañado, es decir, que sea insatisfactoria para uno o para ambos miembros de la pareja.
En cambio, en los marcos descriptivos del amor adictivo, sólo es necesario que la relación de pareja se sostenga en la figura del otro como “objeto” no como persona. Este objeto, en la psique del adicto, está llamado a llenar el vacío que solo él siente. Se trata, como ya dijimos, de un vacío de atención, de seguridad y amor que revela un individuo emocionalmente vulnerable, con poca o nula confianza en sí mismo, que -con tal de llenar sus necesidades de amor- es capaz de descuidar otras necesidades propias para atender las necesidades de su pareja amada.
Si ello resulta satisfactorio para la relación de pareja y sus miembros, a partir de esto que hemos llamado co-dependencia, aún y cuando se manifiesten síntomas que pueden ser conceptualizados como adictivos, coincidimos con Yela en que si no hay insatisfacción a partir de ello, la relación de pareja, aunque adictiva, no debe ser sometida al juzgamiento social ni clínico como insana.
✍ Psicoterapeuta Claudia Garibay
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